En abril de 2020, en pleno desplome de los mercados a causa del COVID-19, escribí que nos encontrábamos ante una de las mejores oportunidades de compra de las últimas dos décadas. El tiempo nos dio la razón: desde entonces, los mercados vivieron un ciclo alcista impulsado por políticas monetarias ultraexpansivas, estímulos fiscales sin precedentes y una recuperación económica más rápida de lo esperado.
Hoy, cinco años después, vuelve a emerger una ventana excepcional para los inversores a largo plazo. La razón ya no es un virus, sino el ruido político y geopolítico que está desestabilizando los mercados. En particular, el regreso de Donald Trump a la escena económica con una agresiva política arancelaria que amenaza con reconfigurar el comercio global.
El expresidente ha activado aranceles del 10% como base para 185 países, incluyendo aliados estratégicos como Japón o la Unión Europea. Pero lo más sonado ha sido su ofensiva contra China: una subida progresiva de aranceles hasta un total del 104% sobre sus exportaciones, lo que ha provocado una respuesta inmediata del Ministerio de Comercio chino, con aranceles del 34% a las importaciones estadounidenses y un mensaje claro: “China luchará hasta el final”.
Este enfrentamiento ha generado una intensa volatilidad bursátil. El S&P 500 acumula una caída superior al 15% en lo que va de año, mientras que el Nasdaq ha perdido más del 20%. El temor no solo es económico sino también estructural: se avecina un escenario donde la inflación podría repuntar por el encarecimiento de importaciones, o incluso derivar en estanflación si se combinan precios altos con desaceleración económica.
La FED, en este contexto, se encuentra atrapada. Subir tipos para contener la inflación derivada de los aranceles podría frenar aún más la economía. Bajar tipos, por otro lado, podría agravar las tensiones inflacionarias. Todo ello convierte a la política monetaria en un delicado juego de equilibrio.
China ha respondido con firmeza, tanto diplomática como económicamente, dejando claro que no aceptará presiones unilaterales. A esto se suma un endurecimiento de su política industrial y el fomento del consumo interno para reducir su dependencia de EE.UU.
Pese a todo este ruido, o precisamente por él, el mercado vuelve a ofrecer una oportunidad. La historia demuestra que los momentos de mayor incertidumbre han sido también los más rentables para el inversor paciente. En los próximos meses, muchos valores estarán castigados por el miedo, no por sus fundamentales. Y es en estos momentos cuando se crean las mejores carteras a largo plazo.
Conclusión
Si en 2020 el pánico fue una oportunidad de oro, en 2025 la geopolítica puede estar brindando otra. La clave, como siempre, está en saber mirar más allá del ruido.
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